CAPÍTULO 5: ALIANZA MORTAL

Aún fascinados y sorprendidos por los sucesos que les acababa de compartir el Ángel, Karlen y Haline sintieron un fuerte deseo de ayudar a Raziel a adaptarse a su nueva vida en la Tierra. Decidieron dedicar tiempo a enseñarle sobre la humanidad, sus costumbres, y cómo manejar las limitaciones físicas y emocionales que ahora enfrentaría. Esta ayuda sería fundamental para que Raziel pudiera encontrar un propósito en su nueva existencia, ahora como un mortal.

— Lo primero es lo primero. Debes darte una ducha. Luego de eso, curaré tus heridas — dijo Haline a Raziel.

— ¿Curar mis heridas? Te lo agradezco, pero no lo necesito — replicó el Ángel.

— Claro que sí. Pero primero debes ducharte para limpiar y luego te curaré. Ven, sígueme — dijo Haline, mientras le mostraba el camino al baño.

Karlen, muy pensativo sobre lo que acababa de ocurrir, sabía que, como experto en teología y con un profundo conocimiento sobre los Ángeles, podría ayudar a guiar a Raziel en su nuevo camino, aún incierto.

Por un lado, al estar consciente de la magnitud del conocimiento que Raziel portaba consigo—aunque no podía recordarlo por completo—se sintió tentado a profundizar y descubrir ese secreto, buscando una mayor comprensión de los planes divinos y cómo el libre albedrío encajaba en la creación. Sin embargo, también sabía que esto lo podría poner en una posición peligrosa. Karlen tendría que sopesar los riesgos de descubrir más sobre lo que Raziel había visto, pues este conocimiento podría atraer la atención de fuerzas tanto celestiales como infernales.

En sus investigaciones, Karlen había descubierto información sobre Ángeles que alguna vez caminaron entre los humanos. Algunos habían cumplido sus misiones y vuelto al cielo, mientras que otros sucumbieron a los placeres mundanos y fueron despojados de su posición divina. Algunos incluso fueron traicionados por otros Ángeles corruptos, como Samael y Belial, quienes, al igual que otros, se convirtieron en demonios viviendo entre los mortales. Los demonios, seres llenos de odio y maldad, podían pasar desapercibidos entre los humanos, lo que era una preocupación constante para Karlen. Ahora, sin quererlo, era parte del secreto de Raziel, y eso ponía en riesgo tanto su vida como la de Haline. A pesar de este peligro latente, Karlen sabía que no podía dar marcha atrás y decidió poner todo su conocimiento en la tarea de ayudar al Ángel caído.

Karlen también reflexionaba sobre si la caída de Raziel podría ser parte de un plan mayor, uno en el que él y Haline estuvieran involucrados sin saberlo. Tal vez la caída de Raziel tenía un propósito que debían descubrir juntos. Sin pensarlo mucho más, Karlen decidió que ayudaría a Raziel a encontrar su verdadero destino, aunque la pregunta que más lo intrigaba ahora era si ese destino sería en la Tierra o de vuelta en el cielo.

— Bien, es todo tuyo — dijo Haline, enseñando el baño.

— Perdón, niña, pero…

— Haline es mi nombre — interrumpió, sonriendo.

— Perdón, Haline… pero, ¿qué debo hacer acá?

— Darte una ducha, por supuesto… — Haline hizo una pausa, recordando que Raziel nunca había sido mortal antes —. Claro, lo olvidé, no sabes de esto. Una ducha sirve para refrescarte, limpiar tu cuerpo de toxinas, sentirte fresco… — explicó Haline, con paciencia.

Raziel no entendía nada, pero le causaba mucha curiosidad y simpatía ver cómo esta alegre muchacha le explicaba algo tan cotidiano.

— Debes empezar por… sacarte la ropa — dijo Haline, algo temblorosa y avergonzada.

— Lo que tú digas… — respondió Raziel, mientras comenzaba a quitarse la ropa.

— ¡Espera a que salga! — exclamó Haline, cubriéndose el rostro, sabiendo que sería más difícil de lo que pensaba. Raziel era casi como un niño al que había que guiar en todo.

Haline preparó el baño y le dio indicaciones sobre cómo usarlo.

— Tómate el tiempo que necesites, te servirá para relajarte y pensar —dijo Haline mientras cerraba la puerta y salía del baño.

La muchacha se apoyó en la puerta, con el corazón agitado y temblorosa. Hacía bastante tiempo que no estaba tan cerca de un chico con tan poca ropa.

— ¿Qué te pasa, Haline? — se preguntaba a sí misma, justo cuando la puerta se abrió y casi cayó encima de Raziel, quien estaba completamente desnudo.

Se sintió torpe y, sobre todo, avergonzada. El Ángel la ayudó a levantarse con cuidado, y Haline nuevamente sintió la suavidad de sus manos. Raziel, por su parte, seguía descubriendo sensaciones que nunca antes había experimentado como ser celestial.

— Perdóname, es que… yo iba… — intentaba explicar Haline sin saber qué decir.

— Iba a preguntarte qué es esto y para qué sirve — dijo Raziel, señalando el shampoo.

— Claro, pero por favor, tápate… — dijo Haline, sonrojada.

Haline, aún avergonzada, le explicó rápidamente todo lo que debía hacer y luego salió del baño apresuradamente.

— Y no olvides ponerte ropa cuando termines. La dejé ahí. Eran de mi… exnovio. Espero que no te moleste, pero es lo único que tenemos de tu talla — comentó, tratando de sonar indiferente.

— ¿Qué es un novio? — preguntó Raziel, intrigado.

— Nada, no te preocupes, ya no existe y no tiene importancia. Te veo más tarde — dijo Haline, sonrojándose aún más. 

Haline cerró la puerta y fue directo a su habitación. Su corazón seguía agitado y, aunque avergonzada, sonreía para sí misma.

— Contrólate, Haline… contrólate… — se decía.

Mientras tanto, Raziel no había experimentado nunca lo reconfortante que era un baño caliente. El agua recorría su cuerpo mortal, y aunque sentía alivio, su mente viajaba. Recordaba con nostalgia su vida como Ángel: volar libremente por el cielo, donde todo era perfecto. También sentía una tristeza profunda por su caída, que le había arrebatado su hogar celestial. Mientras sus pensamientos vagaban, se encontró recordando el suave toque de las manos de Haline cuando lo ayudó a levantarse, su sonrisa y la paz que le brindaba su presencia. Sin darse cuenta, el tiempo bajo el agua pasó rápidamente, hasta que escuchó un golpe en la puerta.

— Oye, Ángel, ¿estás bien? — preguntó Haline desde el otro lado.

— Sí, ya salgo… — respondió Raziel.

Al salir, Raziel le recordó a Haline que ya no era un Ángel.

— Una vez Ángel, siempre Ángel — contestó Haline, con una sonrisa.

— Ojalá fuera cierto… — replicó Raziel, con una sombra de tristeza en su voz.

— Bueno, Ángel o no, estás aquí con nosotros y te ayudaremos. Empezaré por curar tus heridas. Siéntate ahí y quítate la camisa, por favor — dijo Haline, señalando la silla.

Raziel se dio vuelta, mostrándole su espalda, donde antes había tenido dos heridas abiertas. Sin embargo, solo quedaban cicatrices. Haline no entendía nada.

— ¡Papá! Ven a ver esto, por favor.

Raziel seguía confundido mientras Karlen llegaba y observaba las cicatrices.

— Increíble. Jamás pensé que tuvieses esta cualidad, Raziel — dijo Karlen.

A pesar de haber investigado sobre Ángeles durante años, Karlen no había encontrado ningún indicio de que los Ángeles tuvieran cualidades curativas.

— Bueno, hijo, ha sido un día largo, y tus heridas ya no son una preocupación. Creo que lo mejor es descansar. Mañana será otro día — continuó Karlen.

— Perdona, pero ¿por qué me llamas «hijo»? — preguntó Raziel, intrigado.

— Es una expresión de cariño — intervino Haline —. El buen señor Karlen es muy cariñoso con la gente que aprecia. Y te has ganado su aprecio.

Raziel sonrió, sintiéndose cada vez más cómodo entre estas personas que lo habían recibido con tanta amabilidad. Sentía que había una nueva posibilidad para su vida.

— Muchas gracias — replicó el Ángel.

— Ahora ve a dormir, descansa. Mañana es sábado, así que puedes dormir todo lo que quieras — indicó Karlen.

Raziel no había notado lo agotado que estaba hasta ese momento. Se dirigió a la habitación que le habían preparado, y al recostarse, se durmió casi al instante. Por primera vez en su existencia, tuvo sueños, en los que volvía a ser un Ángel y volaba libremente por el cielo. Durmió más de 16 horas hasta que lo despertaron los ladridos de unos perros afuera.

Desorientado, miró a su alrededor y vio la misma habitación que recordaba de la noche anterior.

— Hasta que despertaste, dormilón — dijo la alegre voz de Haline.

— Es la primera vez que duermo, no sabía lo bien que se siente — replicó Raziel, con una sonrisa.

— No te preocupes, ya te acostumbrarás. ¿Tienes hambre? Mi papá hizo un asado para celebrar tu llegada — dijo Haline, sonriendo.

Raziel asintió, cada vez más acostumbrado a estas nuevas sensaciones. Salieron al patio, donde Karlen terminaba de preparar la carne.

— ¿Cómo dormiste, Raziel?

El Ángel, sonriendo, le comentó que había sido una experiencia agradable, aunque los recuerdos de sus sueños le provocaban algo de pena.

— Tranquilo, hijo, te ayudaremos a encontrar tu camino. Y si ese camino es volver al cielo, lo descubriremos juntos. No creo en las casualidades; si nos encontramos es por algo — dijo Karlen.

Pasaron una agradable tarde los tres, riendo, compartiendo historias y tomando vino.

— Bien, entonces irás a la universidad conmigo. Podrás aprender todo lo que he recopilado en mis investigaciones sobre los Ángeles. Serás mi nuevo ayudante de investigación. Así, poco a poco te irás acostumbrando a esta nueva vida — dijo Karlen.

— Me encantaría. Te lo agradezco mucho, de verdad — respondió Raziel.

— Y en tus ratos libres, puedes venir conmigo y conocer a mis amigos. Te van a caer bien — agregó Haline.

El Ángel cada vez se sentía más a gusto entre sus nuevos amigos mortales, con quienes había sellado una alianza, juntando sus manos.

 

 

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