CAPÍTULO 3: SENSACIONES Y SENTIMIENTOS

Una vez dentro de casa, se sentaron en la sala de estar. Raziel, en su forma humana, por primera vez sentía una sensación extraña de vacío en el estómago, que además crujía. No entendía nada. Los ángeles no sentían hambre; esto era algo completamente nuevo para él.

— Eso se llama hambre — dijo Karlen.
— ¿Hambre? — preguntó Raziel, confundido.
— ¿Qué? ¿Acaso ustedes no comen? — le preguntó Haline, sorprendida.

— El hambre, así como el sueño o el cansancio, incluso el dolor a veces, no son sensaciones que experimentan los ángeles, hija. No tienen necesidades mundanas propias de nosotros los mortales — explicó
Karlen.

— Entonces tampoco van a… al… — se contuvo Haline, sintiendo vergüenza.

— En efecto, tampoco van al baño — dijo Karlen, quien parecía haber adivinado el pensamiento de Haline.
Haline admiraba la capacidad de su padre para siempre saber qué decir en el momento adecuado, como si pudiera leerle la mente. Pero en realidad, Karlen no podía hacerlo, ya que esa cualidad no era otorgada a los mortales. Simplemente, él conocía muy bien a su hija.

Raziel seguía sorprendido por el vasto conocimiento que Karlen tenía sobre los ángeles. Era impresionante pensar que un mortal pudiera saber tanto sobre ellos. Tal vez Karlen sería quien realmente podría
ayudarlo en su nueva vida terrenal.

— Come, Raziel — le dijo Karlen mientras le ofrecía un sándwich de pollo con tomate.

De alguna manera, Raziel conaba en Karlen, aunque no entendía del todo por qué. Tomó un bocado del sándwich, y por primera vez en su existencia, experimentó el sabor. La sensación de los sabores nuevos, la
textura de la comida, lo desconcertaban. “¿Será que me estoyconvirtiendo en humano?” —se preguntó, mientras se maravillaba por lo que acababa de experimentar.

— Está muy bueno. Es la primera vez que como. Nunca tuve la necesidad de hacerlo — dijo Raziel, con una mezcla de asombro y
gratitud.

— Lo preparé yo misma. Tengo muchas habilidades — dijo Haline, esbozando una sonrisa.

— Muchas gracias — agradeció Raziel con sinceridad.

Karlen esperó a que Raziel terminara el sándwich antes de hablar nuevamente.

— Ven conmigo, Raziel. Acompáñame por favor. Tengo algo que mostrarte — dijo Karlen.

Subieron hasta el segundo piso, a la oficina que Karlen tenía junto a su dormitorio, donde pasaba gran parte de su tiempo en casa. Al entrar, Karlen le mostró a Raziel decenas de libros, copias de escritos recopilados de sus viajes, fotografías, documentos, y evidencias. Todo lo que había reunido a lo largo de los años como base de sus investigaciones estaba allí.

Raziel estaba cada vez más asombrado con la cantidad de material que Karlen guardaba. Karlen había sido invitado en varias ocasiones a exponer su obra e investigaciones, las cuales siempre fueron bien recibidas.

— Ahora entiendes por qué sé tanto sobre los ángeles… — indicó Karlen.

— Me has sorprendido. La verdad, nunca pensé que existiera algo así. Jamás antes había tenido contacto con mortales y mucho menos había estado en su mundo. Todo esto es nuevo y muy confuso para mí – respondió un Raziel que aún intentaba procesar lo que veía.

— Por eso quiero ayudarte. No sé por cuánto tiempo estarás entre nosotros, pero me gustaría que tu estancia en nuestro mundo sea agradable y que aprendas de nosotros, tal como yo he aprendido de
ustedes. La ventaja que tienes es que podrás aprender directamente de los mortales, no tendrás que investigar por tu cuenta como yo lo hice. Yo te puedo guiar, confía en mí.

Raziel estaba agradecido, pero una sensación de tristeza comenzó a invadirlo. Sabía que ya no era un ángel, que había perdido su naturaleza celestial. Se sentía vacío.

— Agradezco tu ayuda, Karlen. Pero en algo te equivocas. Ya no soy un ángel. Fui despojado de mis alas, caí desde el cielo y ya no podré volver — dijo Raziel, sintiendo cómo el peso de sus palabras lo afectaba
profundamente.

De pronto, una sensación completamente nueva lo abrumó. Sus ojos se llenaron de líquido, algo que jamás había sentido, y el agua corrió por sus mejillas. Raziel se tapó el rostro, avergonzado y sin entender qué le
sucedía. Sin quererlo, cayó de rodillas y comenzó a llorar desconsoladamente por primera vez en su existencia. No podía
comprender por qué, solo sabía que el dolor y la tristeza lo invadían por completo. Estaba roto por la pérdida de su vida como ángel, por el cielo al que ya no podía regresar, y por las alas que nunca volvería a tener.
Haline, que había estado observando, se acercó a Raziel, invadida también por la tristeza. Nunca había visto a alguien llorar de esa manera. Con suavidad, lo acarició, y con sus manos pequeñas le quitó las lágrimas de la cara. Raziel experimentó entonces una nueva sensación. El toque suave de Haline lo calmaba, le daba una paz que jamás había sentido. Levantó la mirada y, por primera vez, prestó atención a su rostro. Haline era una joven muy hermosa. Su cabello oscuro y ondulado caía sobre sus hombros, su piel clara estaba decorada por unas pocas pecas, y sus labios gruesos parecían sonreír a medias. Raziel, al verla tan de cerca, sintió algo extraño, algo que nunca antes había experimentado. Haline
también lo miró, y al darse cuenta de que él la observaba, se sonrojó ligeramente.

— Tranquilos, niños, ya tendrán tiempo para ustedes — dijo Karlen con una sonrisa cómplice.

— ¡Papá! ¿Cómo puedes decir eso? — replicó Haline, completamente sonrojada y avergonzada mientras se ponía de pie rápidamente.

Por primera vez, Raziel sonrió. Algo en la interacción le trajo una leve sensación de alegría, un sentimiento que parecía atisbar entre el dolor que aún lo invadía.

— ¿Me podrías contar cómo ocurrió todo esto, Raziel? ¿Cómo llegaste aquí? Solo si estás preparado, claro — preguntó Karlen.

Raziel asintió, dispuesto a compartir su historia, aunque todavía le doliera.

 

 

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